Cómo ganarse el Baloto

Historia de un viejo sueño: utilizar la Inteligencia Artificial para vencer al azar.

No se crea que todos los hombres de ciencia son individuos diamantinos que alcanzaron un estado parecido a la ataraxia epicúrea y entregan su vida desinteresadamente a la pasión del conocimiento. Los hay también con su lado oscuro, que aman el dinero y esperan provechosos réditos de sus investigaciones eruditas. En los años 70 un grupo de investigadores de la Universidad de California Santa Cruz, aplicaron sus conocimientos profundos en física, matemáticas y ciencias de la computación para ganar apuestas en los casinos de Las Vegas. Se bautizaron a sí mismos como los “Eudaemons” y su proyecto hizo historia.

El zapato utilizado por los Eudaemons con microcomputador y sistema inalámbrico de comunicación.

Los Eudaemons tuvieron la idea de utilizar conceptos de dinámica no lineal para calcular la desaceleración de la bola en la ruleta, el juego de azar que escogieron para su experimento. Basándose en factores como la velocidad inicial de la rueda, la fricción debida al contacto entre la bola y la rueda, el rebote de ésta, entre otros, escribieron un programa de computador que podía predecir el lugar en donde caería la bola en la ruleta, antes de que ésta se detuviese. Para eludir los controles de seguridad de los casinos –que son rigurosos- instalaron el programa en un diminuto aparato que adaptaron dentro de un zapato. Dos de estos inteligentes apostadores se colocaban alrededor de la ruleta, cada uno con un dispositivo bajo el pie. Cada vez que la bola pasaba en frente de uno de ellos, el dedo gordo accionaba el software, que hacía sus cálculos y enviaba la información al dispositivo de enfrente. Construir esta ingeniosa solución no fue tarea fácil. Los Eudaemons invirtieron grandes sumas y mucho tiempo entre ensayos y errores y llegaron a ser pioneros de la microcomputación mucho antes de que ésta se utilizara – como se utiliza hoy día – para objetivos nobles como espiar a los malos o facilitar la telefonía celular, y se anticiparon a los wearables computers, el moderno concepto de computadores que se llevan en la ropa.

No obstante el agudo intelecto aplicado con rigor por estos pragmáticos hombres de ciencia, el proyecto fracasó y sólo ganaron onerosas deudas y mala reputación entre la comunidad científica norteamericana. Fue el último gran esfuerzo hecho desde la ciencia por vencer a los juegos de azar. En razonamientos estocásticos, esto es, absolutamente aleatorios, no es posible predecir un resultado y puede resultar más efectiva la ayuda del Indio Amazónico o de Walter Mercado que la de un computador.

La ilusión nacional

El Baloto de nuevo roza los 30.000 millones de pesos. Es una pena que el computador no sirva para nada en estos casos y es entonces cuando uno siente que los ingenieros no son tan útiles como quieren hacernos creer.

Los expertos en estadística han sido claros: no hay manera de saber qué combinación de números saldrá el próximo miércoles, y por más que la gente se esfuerce en el seguimiento semanal de los resultados, los números que han salido pocas veces NO tienen mayor probabilidad de salir en el futuro. Los estadígrafos llaman a esto “la falacia del jugador”.

La probabilidad de ganar el mayor del Baloto es de uno en 8.145.060. Un señor en Cali apostó 120 millones de pesos, mal aconsejado por alguien quien le aseguró que con cierto número de apuestas la probabilidad de ganar era muy alta. Y efectivamente, ganó 45 millones de pesos (es decir, perdió 75 millones de un solo lapo).  Esto no quiere decir que no se deba apostar; sólo que en el mundo de las loterías únicamente se puede confiar en la la lectura del Tarot, de la taza de chocolate o en la astrología. La mayor prueba de que las estadísticas no ayudan a predecir el resultado es que los matemáticos y expertos en estadística no juegan a las loterías en ninguna parte y no figuran en las listas de los hombres más ricos del mundo.

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