¿Quiénes son los dueños de Telegram y Signal?

Los “héroes” tecnológicos del momento son dos multimillonarios jóvenes e idealistas que prometen sostener las comunicaciones mundiales sin ganar un dólar.

Por Álvaro Montes

Ante la estampida de usuarios de WhatsApp hacia otras plataformas de conversación, es oportuno conocer un poco acerca de los propietarios de las plataformas a las que millones corrieron en masa la semana pasada, buscando un mundo mejor para sus comunicaciones y con la fe puesta en que alguien financiará todo ello sin esperar nada a cambio.

WhatsApp es suficientemente conocida. Propiedad de Facebook Inc., empresa fundada por Mark Zuckerberg, el exitoso emprendedor que le brindó a la cultura de nuestros días lo que ella necesitaba: redes sociales, con todo lo malo y lo bueno que trajeron. Zuckerberg ya no es el accionista mayoritario puesto que las inversiones recibidas a lo largo de la historia de la compañía menguaron su participación, que ahora es de alrededor del 13 por ciento. No obstante, es todavía la voz cantante de la empresa y ese 13 por ciento le bastó el año pasado para alcanzar una fortuna personal de 100.000 millones de dólares, según Bloomberg. Durante 2020, con todo y los escándalos que azotaron la reputación de Facebook, incluido un boicot de anunciantes que quisieron presionar a la red social para que depure los contenidos tóxicos (racismo, xenofobia, matoneo político),  y una investigación del Congreso de los Estados Unidos por abuso de monopolio, Zuckerberg ganó 22.100 millones de dólares más. Y eso que fue un año malo.

Así que, ni las finanzas de Facebook ni el bolsillo de sus accionistas sufrirán daño significativo. Pero ¿qué hay de las que se beneficiaron de la estampida? ¿Quiénes son los inversionistas que están detrás?

Pavel Durov, fundador y CEO de Telegram.

Telegram fue el mayor beneficiado con la estampida provocada entre usuarios de WhatsApp, y alcanzó la cifra de 500 millones de usuarios activos la semana pasada. Su tasa de crecimiento se multiplicó. El año pasado ganaba millón y medio de nuevos usuarios cada día, y tras la desbandada sumó 25 millones de nuevos abonados en tres días.

La plataforma es propiedad de Pavel Durov, 36 años, un brillante emprendedor ruso que se hizo célebre con la creación de VKontakte, el “Facebook ruso” que compite de tú a tu en ese país con las redes sociales norteamericanas. Durov tuvo conflictos con el gobierno, que le pedía de vez en cuando censurar contenidos de la oposición, a lo que siempre se negó. En 2013 resultó involucrado en un accidente, en donde atropelló a una persona, por lo que las autoridades trataron de arrestarlo. Durov decidió abandonar Rusia y ahora es ciudadano de la nación antillana Saint Kitts and Nevis, y sostiene hasta hoy que el accidente fue un montaje político.

Durante los últimos años ha sostenido épicas batallas tecnológicas contra la autoridad de telecomunicaciones rusa para evitar el control sobre Telegram, que tiene en ese país una cuarta parte de sus abonados. Fue forzado a vender su primera creación, VKontakte, en una de esas llamadas operaciones hostiles, mediante la cual inversionistas amigos del Kremlin, entre ellos el magnate Alisher Usmanov, se hicieron con la mitad de las acciones de la compañía.

De Pavel Durov no se conoce tanto. Es reacio a la vida pública y no habla con la prensa, aunque de vez en cuando tiene arrebatos extravagantes, como cuando lanzó dinero desde la ventana de su oficina en el edificio de VKontakte en San Petersburgo.

Brian Acton, fundador de Signal Foundation.

Signal pertenece a uno de los creadores de WhatsApp, de nombre Brian Acton, 48 años, quien se hizo multimillonario en 2014 cuando vendió su creación a Facebook, en una transacción de 20.000 millones de dólares. Los creadores continuaron a cargo de WhatsApp, en calidad de empleados. Pero en marzo de 2018, Brian se cansó del manejo que Facebook hace de los datos de los usuarios y no solo decidió renunciar a la compañía, sino que emprendió una cruzada en contra de ella. Con la etiqueta #deleteFacebook dio comienzo a su batalla, que incluyó la compra de una aplicación llamada Signal y la creación de Signal Foundation, con 50 millones de dólares que puso de su propio bolsillo. Signal Foundation es una institución sin ánimo de lucro – al menos así se presentó en sociedad – basada en la zona de Silicon Valley. Su bandera es la garantía de privacidad y la promesa de que no hará negocios con los datos de los usuarios ni pondrá publicidad en sus servicios.

Signal fue creado por el experto en seguridad informática Matthew Rosenfeld, más conocido por su seudónimo Moxie Marlinspike. Él fue el desarrollador del protocolo Signal de encriptación, utilizado actualmente por WhatsApp, Facebook Messenger y Twitter, entre otras plataformas. Los expertos en el tema lo consideran el protocolo más confiable para asegurar la privacidad de las comunicaciones digitales y es la aplicación que utiliza a diario Edward Snowden. Ahora Brian Acton y Moxie Marlinspike son socios en la aventura Signal Foundation.

La paradoja de la libertad

Tanto Durov como Acton sufren los efectos de una paradoja: sus plataformas, inspiradas en pensamientos libertarios y abanderadas del derecho a la privacidad, se convirtieron rápidamente en bastión preferido de grupos peligrosos o Estados severamente cuestionados en el mundo digital: Los ultraconservadores, supremacistas blancos y el Estado Islámico prefieren utilizar Signal para planear las movilizaciones. En el caso de Telegram, el propio Estado ruso y el gobierno iraní lo utilizan asiduamente en sus campañas políticas internacionales.

Tanto Durov como Acton sufren los efectos de una paradoja: sus plataformas, inspiradas en pensamientos libertarios y abanderadas del derecho a la privacidad, se convirtieron rápidamente en bastión preferido de grupos peligrosos Ni Durov, ni Acton ni nadie puede controlar el uso que las personas dan a sus plataformas. Ni tampoco podrán mantenerlas a salvo de intereses comerciales. En diciembre pasado – antes de la estampida de WhatsApp – ya Durov había anunciado que necesita monetizar Telegram y que planea generar ingresos en 2021. En su cuenta en Telegram escribió que “Un proyecto de nuestro tamaño necesita al menos unos cientos de millones de dólares al año para seguir adelante” y entregó algunos detalles de la estrategia de publicidad que tiene en mente: “una que sea fácil de usar, respete la privacidad y nos permita cubrir los costos del servidor y el tráfico”. No es posible financiar eternamente del propio bolsillo una plataforma que ya cuenta con 500 millones de usuarios. Las redes de centros de datos que se requieren para mantener la operación son descomunalmente costosas y todo parece indicar que no hay altruismo que aguante.

En el caso de Signal, la idea de sus líderes es mantenerse en el carácter de Fundación sin ánimo de lucro. En una entrevista reciente publicada en Forbes India, Brian Acton dijo que su estrategia es la misma de Wikipedia: sostenerse con donaciones y trabajo voluntario. “El dinero inicial que puse fue esencialmente un arranque. Puso la base en marcha y luego nuestras metas y expectativas fueron convertir eso en más donaciones, con el tiempo, y volvernos autosuficientes.” Según afirmó, su objetivo es “deleitar al usuario” y no hacer negocio con Signal.

 

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