Mezcla peligrosa

La noticia de una fusión entre el operador telefónico AT&T y Time Warner desató airadas reacciones en contra. ¿Qué hay de malo en esta operación de negocio?

El mundo de las telecomunicaciones y el negocio de la televisión se sacudieron la semana pasada con la noticia de una posible fusión del operador AT&T con Time Warner Inc., la compañía propietaria de canales de TV como HBO, TNT, CNN y de la productora Warner Bros. AT&T ofreció 85.400 millones de dólares por Time Warner y ambas compañías avanzaron rápidamente este fin de semana en el perfeccionamiento del acuerdo. De ser aprobada por la autoridad norteamericana, la operación entraría en el Top 10 de las grandes fusiones de la historia, pero el anuncio provocó numerosas reacciones en contra, entre políticos y analistas, por las implicaciones negativas que una adquisición como esta podría tener en el mercado y en los consumidores.

¿Por qué un operador de comunicaciones, el segundo en tamaño en Estados Unidos, decide pagar semejante suma por un conglomerado de producción de contenidos? La respuesta es clara: las “telcos”, como se conoce en el mundo de los negocios a los operadores de comunicaciones se enfrentan a un dilema: sobre sus infraestructuras y autopistas de la información (redes de fibra óptica, 4G, cable submarinos y satélites) los productores de contenidos están haciendo una verdadera fiesta, en la que las telcos son solo proveedores de las copas en las que se sirve la champaña. El contenido es el negocio de moda y compañías relativamente pequeñas como Netflix tienen el sartén por el mango, ofreciendo las nuevas modalidades de televisión por demanda que derriten al público.  De hecho, AT&T no sería el primer operador de telecomunicaciones que compra una productora de contenidos. Su gran rival Verizon hizo lo mismo hace poco, cuando adquirió AOL y Yahoo, buscando ganar en contenidos propios, en estos casos contenidos de noticias y servicios sobre Internet. El operador de cable Comcast, el más grande de Estado Unidos, compró a NBC y a los estudios DreamWorks, con el mismo propósito. AT&T dispondrá – si la fusión es aprobada – de contenidos propios muy exitosos, como la serie Game of Thrones, o la transmisión del fútbol americano, con los cuales puede emparejar la pelea en la que Netflix o Amazon Prime TV llevan ventaja.

Pero el tamaño combinado de la nueva compañía resultante hizo que políticos en campaña aprovecharan la ocasión para pronunciarse en relación con el aroma a monopolio que esta operación expele. Donald Trump, Hillary Clinton y hasta Bernie Sander, el prestigioso excandidato demócrata, alertaron sobre la “reducción del tamaño del panorama de los medios norteamericanos”, en palabras de Sanders. Trump dijo que bloquearía esa fusión. No obstante, las consideraciones legales parecen estar a favor de AT&T, pues, como lo señaló desde el inicio Wall Street Journal, se trata de una fusión de dos empresas de diferente naturaleza, que mezcladas no afectarán las condiciones de competencia en ambos mercados: El negocio de AT&T no obtendrá más usuarios de telefonía móvil ni le dará más espectro electromagnético para la transmisión de las comunicaciones, que son los factores que la autoridad analiza cuando se trata de la fusión de dos telcos o “fusión horizontal”. Time Warner no es un operador de telecomunicaciones, por lo que los abogados de AT&T definen el negocio como una adquisición “vertical”. Un ejército de cien “lobistas” reconocidos, verdaderos pesos pesados de la influencia sobre el Senado norteamericano, ya trabajan en poner el ambiente a su favor. El problema de fondo está por otro lado.

Cuando se supo la noticia, la primera pregunta de los analistas fue cómo AT&T esperaba recuperar una inversión de tal magnitud. La revista Fortune fue la primera en señalar lo que llamó “el verdadero secreto que cómo AT&T planea hacer que la fusión con Time Warner funcione”. Se conoce como el “Zero Rating” (tasa cero) a un modelo de negocio en auge por estos días entre los operadores telefónicos en todo el mundo, el cual consiste en ofrecer a sus abonados servicios especiales de contenidos sobre Internet cuyo uso no consume datos del plan mensual del usuario. Muchos operadores móviles y proveedores de televisión por cable lo hacen. Un ejemplo puede verse en Colombia, en donde los usuarios de TigoUne pueden utilizar Whatsapp o Facebook ilimitadamente, sin que se descuenten del plan de datos del usuario. Se cree que AT&T podría estar planeando ofrecer en esa modalidad los muy atractivos contenidos de Time Warner. Y allí radica la crítica más consistente que se ha formulado en contra de la fusión. Este tipo de servicio atenta contra la llamada “neutralidad en la red”, un principio establecido en Internet, que garantiza que los operadores de comunicaciones no darán preferencia alguna a ningún contenido, de tal modo que todos los creadores de contenidos compitan en la Web en igualdad de condiciones. Varias telcos, encabezadas por Telefónica, una de las más grandes del mundo, ha pedido el derecho de cobrar una tasa más alta por el uso de redes sociales como Facebook, Twitter o servicios como Google, que gozan de gran popularidad en Internet, generan una asombrosa facturación a dichas compañías sin que las telcos se beneficien de ello, a pesar del enorme ancho de bando que deben proveer a estas gigantescas plataformas. Si algún día llega a hacerse realidad tal aspiración, los servicios de Internet más poderosos pagarían a las telcos para que sus contenidos corran más rápido por la autopista y los creadores pequeños estarán en clara desventaja, lo que pondría fin a la Internet libre y abierta que conocemos hoy. Y en sentido contrario, el principio de neutralidad en la red se vería amenazado también con acuerdos entre telcos y ciertos productores de contenido para no cobrar por el consumo de datos. El CEO de Netflix, Red Hasting, dijo una vez conocido el acuerdo, que no le preocupaba la competencia “siempre y cuando no amenace la equidad del negocio”, es decir, que AT&T no utilice la “tasa cero” para ofrecer gratis a Harry Potter, a Bugs Bunny, la NFL o a las series de HBO a sus 130 millones de usuarios de telefonía móvil, mientras los demás deben pagar nueve dólares mensuales por los contenidos de Netflix.

Es claro que AT&T pretende hacerse con contenido original para sus servicios de televisión por cable y en especial para ofrecer video en “streaming” desde teléfonos móviles, en donde parece estar el futuro de la televisión, tal como lo indica el éxito arrollador de Netflix, Amazon y otros servicios similares. Pero los temores abundan. La deuda combinada tras la fusión ascendería a 170.000 millones de dólares. AT&T realizó el año pasado una adquisición onerosa, al comprar DirecTV por 48.500 millones de dólares. En 2014 adquirió a dos operadores móviles mexicanos, Lusacell y Nextel, para competir contra América Móvil, la compañía del multimillonario Carlos Slim. En 2006 había adquirido a BellSouth (un operador móvil de origen canadiense). Time Warner, por su parte, también ha estado metida históricamente en el tema de las fusiones complicadas. La compañía es fruto de una fusión muy sonada en 1989, entre dos grandes empresas, Time y Warnes Bros. Más adelante, justo en el periodo conocido como “la burbuja punto com”, en el 2000, Time Warner fue adquirida por la empresa de Internet AOL, por una suma que todavía es imbatible: 164.000 millones de dólares. La fusión fue un fracaso y en 2009 las dos compañías se separaron y tomaron rumbos dispares.

El futuro del negocio de la televisión no es del todo claro, pero se sabe que el contenido será posiblemente la fuente de ingresos más relevante y todos los operadores de telecomunicaciones quieren separar un asiento. La audaz propuesta de AT&T tan solo es una jugada más en esa dirección.

Publicado originalmente en SEMANA, edición 1.800, 2016

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